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martes, 9 de marzo de 2021

Resumen. XI Café Filosófico Virtual: "¿A qué personas o colectivos dejamos atrás en nuestra sociedad?"

** Aviso ** Esto es un resumen de la actividad. Puede contener equívocos y algunos comentarios o aportaciones que se hicieron pero que no se se recopilaron.




Nuestro Café Filosófico Virtual número 11 comenzó jugando a crear una situación a través de un cómic en blanco que les madné previamente a la actividad a las personas que pidieron participar. Así, a modo de disparador, pensamos acerca de qué personas o colectivos suelen quedarse atrás o suelen ser discriminados por diversas razones.


 
De esta manera, analizamos el fenómeno de la gordofobia, de la discriminación por los cánones de belleza, por los roles asociados a cada género, la invisibilización de la gente mayor, por la procedencia o por el fenómeno de la inmigración, el señalamiento si no actuamos como se esperaría de nosotros, por meros prejuicios o por la cantidad de dinero que cobres.

Tras realizar este disparador fuimos analiando las tres distintas propuestas elegidas: la locura, la aporofobia y lo otro.

1. La locura y Foucault

¿Qué ha pasado en Occidente, en lo concerniente al loco, desde la Edad Media hasta nuestros días? Parecería que su estatus general no se ha visto afectado. Sin embargo, lo que caracteriza durante la Edad Media y el Renacimiento el estatus del loco, es esencialmente la libertad de circulación y de existencia que se le permite. Existían en el interior de las sociedades donde eran recibidos, alimentados y hasta cierto puntos tolerados. Sólo si estaban demasiado agitados o eran peligrosos se los encerraba provisoriamente en el límite de las ciudades.

En torno a los años 1620-1650 en Europa se fundan un determinado número de centros. Dichos centros tienen como función encerrar no sólo a los locos, sino de una manera más general a toda gente ociosa, sin oficio, sin recursos propios, y que, de otro modo, estarían cargo de una familia incapaz de alimentarlos, a los enfermos que no pueden trabajar, pero igualmente a los padres de familia que dilapidan la fortuna familiar, a los hijos que derrochan la herencia, a los libertinos, a las prostitutas. Así, aparece un internamiento económico. El loco no es reconocido en su individualidad Pertenece a una familia más vasta que obstaculiza la organización económica y social del capitalismo.

Además, este internamiento no era médico. No se consideraba a estas personas como enfermos sino como incapaces de integrarse a esta sociedad. Estos centros, que no estaban sometidos a una regla médica, estaban, en cambio, sometidos a la regla del trabajo obligatorio. Se los caracterizaba porque estaban fuera del trabajo. Pero, una vez encerrados, estaban encerrados en el interior de un nuevo sistema de trabajo.

Este sistema de internamiento imperó en Europa desde mediados del siglo XVII hasta fines del XVIII y principios del XIX. Los historiadores, que atribuyen tanta importancia a la liberación de de los locos liberador por Pinel en 1792 devolvió a gente condenada por razones morales o incluso por su incapacidad para trabajar, pero mantuvo dentro del hospital a los que debían ser considerados mentales.

Por un lado, la exigencia del capitalismo va a ser la existencia , en el interior de la sociedad, de una masa de individuos que estén desempleados y que van a regir la política salarial de los empresarios. Por otro lado, se va a restablecer un sistema de hospitalización encargado de curar para resituar en el mercado de trabajo, dentro del ciclo de la desocupación y del trabajo, a los individuos de lo que se espera que sólo de una manera temporal no puedan trabajar, es decir, para volverlo a introducirán el circuito del trabajo obligatorio. Este mismo sistema ha hecho nacer, paralelamente, o más bien, frente al enfermo mental, una figura que hasta entonces no había existido nunca, el psiquiatra .Existían médicos que se interesaban por fenómenos próximos a la locura, por los desórdenes del lenguaje, por los desórdenes de la conducta, pero jamás se había tenido la idea de que la locura. Fuera una enfermedad tan especial como para merecer un estudio singular y ocupar la atención de un especialista como el psiquiatra. Es así, como se crea la nueva categoría social del psiquiatra.

Sobre esta vieja exclusión etnológica del loco, el capitalismo ha formado criterios nuevos, ha exigido exigencias nuevas: por ello el loco ha adoptado en nuestras sociedades el rostro del enfermo mental .El enfermo mental no es la verdad descubierta del fenómeno de la locura, es un avatar capitalista en la historia etnológica de loco.

[...] Según Foucault, son los que tienen el poder quiénes definen lo que es normal y lo que no lo es. Cualquier sociedad puede definir la locura de tal manera que ciertas personas caigan en esa categoría y sean aisladas. Pero el poder no sólo determina la normalidad y la locura, sino también el conocimiento.

Según Foucault, éstos no son conceptos preexistentes que nosotros debemos descubrir, sino más bien algo que nosotros producimos y que los poderosos definen para mantener el control. Así ocurre en las instituciones se preocupan por situaciones que no hacen a otro objetivo confeso de su existencia. . En los hospitales psiquiátricos se prohíbe la actividad sexual. Se trata de “controlar, formar, valorizar según un determinado según un determinado sistema el cuerpo del individuo”; reconvierte en algo “…ha de ser formado, reformado, corregido, en un cuerpo que debe adquirir aptitudes, recibir, recibir ciertas cualidades, calificarse como cuerpo capaz de trabajar”



2. La admiración del rico y el desprecio del pobre. La aporofobia y Adela Cortina

Adela Cortina, Catedrática de Ética de la Universidad de Valencia, sostiene que el origen de esta patología social se encuentra en la expectativa de reciprocidad. Explica que vivimos en sociedades contractualistas, en las que la cooperación está basada en el principio del intercambio. La sociedad se rige por ciertas normas de reciprocidad indirecta fundamentadas en la idea de que “el juego de dar y recibir resulta beneficioso para el grupo y para los individuos que lo componen”.

No obstante, de ese esquema se excluye a los sujetos de los que no se puede sacar ningún provecho, y que, se intuye, pueden traer problemas. El pobre, el marginado, el vulnerable, no participa en ese juego del intercambio porque no parece que tenga nada bueno que ofrecer a cambio, ni siquiera indirectamente.
Desde el punto de vista psicológico, una de las explicaciones de la aporofobia podría ser lo que se conoce como disonancia cognitiva, perturbación psicológica que se experimenta cuando se tienen dos ideas incompatibles o un comportamiento incompatible con nuestro sistema de creencias.

En el caso de la aporofobia, se percibe una discrepancia entre la manera en que alguien se ve a sí mismo (“soy una buena persona”) y su comportamiento (“no ayudo o miro hacia otro lado cuando me cruzo con una persona vulnerable”). Este sentimiento puede provocar que se busque una autojustificación para racionalizar el comportamiento, creando motivos para rechazar a las personas en situación de pobreza (por ejemplo, culpabilizarles de esa situación).

A nivel ideológico, la hegemonía del pensamiento neoliberal, basado en el individualismo, la competitividad y la meritocracia, presupone que el éxito sólo depende de la voluntad, el esfuerzo y el talento, y que nada tienen que ver las circunstancias socio-económicas del país de nacimiento, la salud, o el capital social, cultural o económico de los padres.
En vez de entender la pobreza como un fracaso social, se reacciona despreciando y culpando a los pobres de su situación, o en el mejor de los casos, aplicándoles una presunción de culpabilidad.




https://youtu.be/ws9lREuTgJ4


 

3. El inmigrante y el otro. Levinas y Schopenhauer

El filósofo que centró toda su obra en este problema fue el lituano Emmanuel Levinas, quien hizo un movimiento, un desplazamiento muy interesante respecto a toda la historia anterior de la filosofía. Toda esa historia se centraba en el yo: yo pienso, luego yo soy el que existo. Es verdad que tendemos a ser sujetos centrados en sí mismos, que interpretamos desde el yo y con una perspectiva que emana de ese mismo yo. Pero es verdad también que están los otros –el infierno son los otros, decía Sartre– con sus identidades, sus perspectivas.

Pues bien, yo dependo de esos otros porque somos animales sociales y mi identidad se construye con el vínculo con los otros. Que no soy (y no somos) el centro del universo me lo recuerda el otro que pone límites a mi perspectiva, me dice que no es la única, que no lo abarco todo y que lo que pienso no es una verdad definitiva. ¿Qué pasa? Que esos límites ocasionan una molestia, constituyen una irrupción, la irrupción del que llama a la puerta y me pide que le deje entrar. La metáfora es de Levinas, quien dice que, ante esa situación, tenemos una responsabilidad, porque el hecho de que yo denomine “otro” al otro lo coloca en una situación de vulnerabilidad como el huérfano, como la viuda, como el extranjero… Él citaba expresamente estos tres ejemplos.

Y por algo más: tenemos responsabilidad porque el otro nos constituye y nos llama, nos llama hasta la puerta… Fijaos qué bonito es este desplazamiento que completa Lévinas: al pienso luego existo (que es una frase ensimismada que no sale de uno mismo) le opone el soy nombrado (por otro), soy amado (por otro), luego soy. Mi ser depende, por tanto, de que alguien me llame, me ame y me reconozca.

Y frente a esta llamada del otro tengo dos posibilidades: tolerancia u hospitalidad.

La primera implica una concesión: te tolero, te soporto, te aguanto y no me quejo, pero te exijo que te adaptes a mí, a mis normas, a mi casa y a mi país. Por tanto, tolero en la medida en que el otro se adapte a mí, se identifique conmigo, con mi casa y mis causas, lo cual implica una pérdida de su “otredad”. Esto funciona así no solo con extranjeros, sino que es una tendencia mucho más amplia. Es un clásico entre padres e hijos: las reglas de la casa las ponen ellos.

La hospitalidad es la que Levinas sugiere, la más difícil. No implica concesión, sino transformación. Te dejo entrar y te acepto, aunque me cueste, porque me obligas a cuestionarme mis valores; aunque sufra porque me obligas a cambiar, te tomo en tu diferencia y soy capaz de transformarme a través de ti. Difícil, ¿no?

Levinas, además, da una imagen muy bonita para ilustrar esta hospitalidad: la caricia. En el contacto con el otro, en el contacto físico, hay muchas maneras de tocar: agarrar, golpear, abrazar, estrechar… Bueno pues él dice que la distancia óptima entre el yo y el otro es la caricia. Toco a alguien, lo descubro, lo reconozco y lo libero. No lo estoy apresando ni aferrándome a él. Lo acaricio con la mano abierta, lo libero, pero algo me ha pasado: ambos nos hemos transformado, podemos desplegar nuestro verdadero ser, sin concesiones como exigía la tolerancia.

Schopenhauer también reflexionó sobre el tema del otro y la distancia justa y se inventó otra imagen: el dilema del erizo. Él hablaba de dos erizos que sienten frío y deciden acercarse para darse calor. Cuando se juntan, ¿qué pasa? Que chocan sus púas y se molestan, se pinchan… y se separan de nuevo. Pues bien, ese es el dilema de los seres humanos como seres sociales que somos, que necesitamos cierta cercanía con nuestros semejantes, pero si esa distancia es muy corta, la presencia del otro nos molesta, nos incordia. Y así andamos, intentando buscar la distancia óptima donde nos podamos sentir seguros sin que la presencia de los otros se convierta en una molestia o en una amenaza.



 
Finalizamos el XI Café Filosófico Virtual eligiendo el tema del próximo Café Filosófico que se celebrará el próximo domingo 11 de abril a las 17:00 (hora española)
 

"¿Cuál es el sentido de la vida?"

 
Referencias

1.Foucault, M. Historia de la locura en la época clásica,. 2º edición, FCE, 1976
en La locura y la sociedad. A partir de Foucault. Amanda Garma
https://www.lacavernadeplaton.com/articulosbis/locura0910.htm#_ftnref2

2.Aporofobia: juicio y desprecio al pobre por Álex Cabo Isasi
https://ajuntament.barcelona.cat/bcnvsodi/es/aporofobia-juicio-y-desprecio-al-pobre/

2.1. 'Aporofobia': por qué odiamos a los pobres. Por Adela Cortina. El Mundo
https://www.youtube.com/watch?v=ws9lREuTgJ4&ab_channel=ElMundo

3. Levinas . Entre nosotros. Ensayos para pensar en otro (Pre-textos)
3.1. Schopenhauer. Parerga y Paralipómena. Escritos filosóficos menores.
3.2.Inmigrantes: que viene “el otro” por Magdalena Reyes Puig
https://www.filco.es/inmigrantes-que-viene-el-otro/
 


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